miércoles, 2 de junio de 2010

La fruta

La explosión incontenible
de las ganas y la fruta.
Su roce áspero tensó tus dedos
y el olor del durazno produjo la mordedura.

Seguramente la lengua se entibió de sabor
y fue entonces,
casi sin darte cuenta, que surgieron
las palabras.

Las cosas que dijiste fueron reales
como los ojos impávidos de los pájaros
al picotear la fruta.

No me sorprendió
desnudarnos como sueños.



*en Del silencio, Buenos Aires: ed. El Mono Armado, 2009

Del secreto

Voces viejas me acompañan en todos los amaneceres. Aparecen junto a los pájaros matutinos. Son los visitantes infaltables que hacen lugar, que unen los pedacitos dispersos del delirio de la noche. Se han introducido en el aire turbio del despertar. Quedo pasmada por el reverbero de las sombras en la oscuridad y me parece que descifro el secreto de las cosas cuando dejo que mi boca se llene de nombres. Descubro en la intimidad de la pieza palabras dadas por perdidas. A medida que fluyen recupero mi mundo. Entonces, como las flores bajo el diluvio me recuesto plácida sobre mi almohada.




* de El filo de la grieta, Buenos Aires: Vinciguerra, 2012.

El hospital del mundo

I

El dolor y cierta gente
paraliza.

Una telaraña de voces delante de los ojos.

Nadie se siente bien
en esta escuela del mundo.
Quien conozca la brigada ligera de la salud
sabrá con qué fuego se cuece
el orden de las cosas.

Voy a ser testigo
del carácter fantástico del cálculo.

No es extraño que cada sombra
petrifique mi mano.

Todos hacemos el viaje juntos
e intercambiamos opiniones
mientras el aire disminuye y el cuerpo
pesa en el olvido.



II

Lo importante, dicen:
hacer un cuerpo seguro.



III

Las huellas del dolor y sus líneas
innumerables
en el corazón de las manos
en el pie desnudo
y en la cara.

Para mi sosiego
la tristeza rebota contra el colchón
y no contamina.
Espera dura.


IV

Oír el silencio, en la penumbra,
sobre un fondo de paredes rojas
crea algo que no cabe en la experiencia.

Por casualidad,
me detengo ante la sombra
palpitante del plátano
sobre la cama.

Tengo tan poco tiempo para soñar.

V

La cruda luz
encima de mi cabeza.

Extraña y lenta la dosis:
su goteo
tiene el sabor del olvido.

El día tóxico cae sobre mis huesos.

Manos invisibles.
Corte de bisturí en el aire.

Un territorio cableado del corazón al intestino.



VI

Como anular de obsidiana
se dibuja el instante.

Un círculo trágico
a través de los párpados.
Nada hay de nuevo.
Sólo mi voz
y el color carnal de la escena.

A cal y canto
la mano helada del viento.



VII

El hospital:
la usina sorda que ahoga.

El sonido te alcanza,
un mar de caracol en la cabeza.

Aquí estoy,
la luz del corredor
se cuela por la puerta;
el frío de la pieza
y la soledad.

El mundo se divide.
Por aquí, la mesa oblicua y desteñida
con el servicio nocturno.
Por aquel lado, el agujero de la calle
enciende la imaginación.

Mañana me iré caminando
como si no quisiera.











* de 100 años Pugliese Tuñón - Creación y compromiso, Buenos Aires: coeditado por Fondo Nacional de las Artes; Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos C. L.; Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2008.